miércoles, 22 de julio de 2009




Desde siempre el ser humano se ha preguntado que es la belleza. Ha intentado buscarla en numerosos lugares, alcanzarla de diversas formas, mediante distintos recursos. Indudablemente es algo subjetivo, que depende de la percepción de cada uno.
Se puede decir que tiene algo de mágico, algo peculiar , especial que hace que uno se quede ensimismado ante su presencia, hace que se pueda llegar a sentir algo especial mediante su contemplación y que pase el tiempo sin que uno se de cuenta.
Igualmente tiene algo de mágico esa via stellae , ese camino que cada día decenas de personas recorren paso a paso siguiendo las huellas de los que ya lo han hecho antes y marcando las suyas para la posteridad. Sí, tiene algo de mágico y mucho más de bello. Cualquiera que lo haya realizado y se haya detenido mínimamente para mirar a su alrededor creo que me puede dar la razón.
Dicha belleza reside en muchos lugares: desde los parajes de ensueño por los que se pasa ( bosques idílicos propios de un cuento que parecen surgidos de la nada, valles que se atraviesan con el único medio de tus propios pies, ascensos como los de O Cebreiro en los que te gustaría que se detuviera el tiempo por una temporada, pueblos totalmente rurales que te trasportan sin darte cuenta a otra época …).
Pero no existe tan solo este tipo de belleza natural, hay otra mas importante y es que como leí en una ocasión, paisajes bellos hay en todos los lugares del mundo pero lo que hace variar a unos de otros es el caracter de sus gentes. Ello se puede apreciar en los afables saludos que vas recibiendo por los lugares de paso, tanto por sus lugareños como por los propios peregrinos, en personas que se dedican exclusivamente al bienestar de los demás desde aquel como Desiderio desde el punto de la mañana se dedica a acoger a los peregrinos en la entrada de su pueblo dedicándoles lo único que le queda: un simple saludo, una sonrisa y un poco de conversación, hasta aquellos pastores que interrumpen por un momento su paso para interesarse por uno e intercambiar unas cuantas palabras que te alegran el resto del día, hasta quien no te conoce de nada y se desvía de sus obligaciones para guiarte al lugar por el que le has pedido información cuando alguien de tu propio grupo no lo ha hecho, hasta llegar a Don Genaro que se dedica en exclusiva a todos aquellos que de verdad llegan hasta Santiago con un sentido algo más profundo y serio que el simple hecho anecdótico de divulgar que se ha realizado el camino de Santiago como si fueran unas simples vacaciones.
Llegado a este punto quería detenerme por un instante aquí. Creo que el camino no hubiese sido igual sin eso minutos que pasamos por la noche en la catedral. Se puede decir que es la culminación de todo lo anterior. El instante que permanecimos en el claustro, los testimonios compartidos por gente totalmente desconocida y los agradecimientos públicos que se pusieron de manifiesto no se pueden describir con palabras. Son el verdadero testimonio del significado de estos días.